lunes, 20 de mayo de 2013

La paterización de los menores

Todos conocemos la realidad social de la inmigración en pateras, una vía de escape para aquellas personas que lejos de vivir una vida fácil, se arriesgan en busca de un futuro esperanzador en nuestro país. 

La realidad social de los menores inmigrantes es un fenómeno que cada vez va adquiriendo mayor relevancia y eco mediático. Según la antropóloga Mercedes Jiménez, en su artículo Los niños de las pateras (2004), "la inmigración de menores procedentes de Marruecos parece formar parte de una estrategia familiar". Esto se puede explicar, por el hecho de considerar en estos países, que los menores tienen menos posibilidades de ser repatriados que los adultos. Y actualmente, según esta misma antropóloga, lo podríamos considerar como la tercera fase de la emigración marroquí (primero padres, luego mujeres y, después niños).

Este fenómeno de la emigración de menores bajo estas condiciones se está describiendo como la paterización de la migración de menores.

Los datos de menores emigrantes que llegan a España van aumentando a cada día que pasa. Tras un largo y duro viaje para llegar a la costa, se enfrentan a nuevas dificultades derivadas de nuestras legislaciones, y es que tras la Instrucción 3/2003 de la Fiscalía General del Estado, los jóvenes menores de 16 años pueden ser repatriados en las 48 horas siguientes a su llegada a España, así como la no consideración de la necesidad de una total protección.

Este movimiento migratorio que parece una nueva estrategia familiar, supone depositar en el menor todas las esperanzas de sacar a la familia adelante. Sin embargo, esta situación presenta muchos aspectos negativos para el menor, puesto que, como cita Mercedes Jiménez, "la Instrucción de la Fiscalía prioriza el carácter de inmigrantes ilegales y 
desdibuja su condición de menores". Esta contradicción a la que se enfrentan los menores supone una serie de consecuencias problemáticas para su establecimiento en España, tales como la legalización de sus papeles para ser ciudadanos legales, los problemas en la escolarización, menores que pasan a manos de las mafias que los utilizan para todo tipo de "esclavitud"...

Habremos de pensar hasta qué punto deberían de fomentarse medidas que protegieran a estos niños inmigrantes, y por ende, a los adultos inmigrantes, para que esta vía de escape al futuro que les espera en su país no sea "mejor" que la realidad a la que puedan enfrentarse en España. Pero todo ello debe tratarse a la par del estudio y análisis de las perspectivas de vida de estos niños inmigrantes en su país de origen, que en vez protegerlos, parece propiciar su salida hacia un futuro incierto.

Como última cuestión, creo oportuno mencionar una frase que recojo del mismo artículo de Mercedes Jiménez que hace referencia a este deseo y a la vez resignación que presentan los jóvenes inmigrantes: “sólo tengo una cosa que perder: la vida”.


María Salamanca González








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